Aunque el servicio de transporte de pasajeros en automotores ya funcionaba en Europa desde fines del siglo XIX, la mitología popular argentina prefiere tomarse una sutil licencia poética, darse un par de palmaditas en el pecho, y mencionar con orgullo que se trató de una inventiva nacional.
Como muchas de las grandes ideas de la humanidad, ésta se gestó en una charla alrededor de una mesa de café. Fue allá por 1928, en el barrio porteño de Floresta, cuando un grupo de siete taxistas -preocupados por una economía que apretaba el bolsillo- tuvieron un chispazo de creatividad: “¿Qué tal si adaptamos el Ford T para poder transportar a más pasajeros al mismo tiempo, haciendo un recorrido fijo?”. Alerta spoiler: ¡Fue un éxito!
En los años 30, los colectivos de Buenos Aires dejaron de tener el tamaño de un automóvil y evolucionaron a una suerte de camión adaptado para el transporte de personas: grandes coches diseñados cual Tetris para que pudieran entrar la mayor cantidad posible de pasajeros. Casi en simultáneo, apareció el fileteado en sus diseños estéticos. Un verdadero símbolo porteño. Una técnica pictórica tradicional de líneas espirales y colores vivos que abrazaban horizontalmente la carrocería del colectivo.
Hoy, y más de nueve décadas después, el “bondi”, tal como suele llamárselo en la jerga popular, es el medio de transporte público más utilizado por los porteños. Existen 135 líneas de colectivos en C.A.B.A. Y sus recorridos se entrelazan para cubrir extensas áreas de la ciudad, ofreciendo una red de movilidad eficiente, amplia, accesible y de mucha frecuencia. Cada línea tiene su número representativo. Su color. Su carácter. Su personalidad barrial.
➜Canción recomendada: “El Anillo del Capitán Beto”, Invisible.
“Ahí va el Capitán Beto por el espacio,
con su nave de fibra hecha en Haedo,
ayer colectivero, hoy amo entre los amos del aire”